Esta tarde, tras 3 años metido en el maravilloso mundo del voluntariado me ha tocado poner punto y aparte a mi labor como voluntario. Por motivos laborales abandono Murcia y hoy ha sido mi último (de momento) día como voluntario.
Ser voluntario es una de las mejores cosas que me ha pasado nunca. Fue algo que me cambió la vida en todos los aspectos. Una de esas decisiones en las que todo lo que las acompaña repercute de forma positiva en uno mismo. Pero esta entrada no va a tratar de por qué me hice voluntario (hice algo parecido hace algún tiempo en el blog de FADE). Tampoco voy a explicar en que ha consistido mi voluntariado o el resto de voluntariados que desarrolla la fundación con la que colaboro, FADE (para, cualquier duda o inquietud que tengáis, podéis contactar con ellos). En esta entrada tratare de resumir que ha significado para mi ser voluntario, y no se me ocurre mejor palabra para explicarlo que GRACIAS.
Gracias, de verdad, si algo me ha quedado claro en todo este tiempo, es que yo tengo mucho más que agradecer al voluntariado, que el voluntariado a mi.
Gracias, en primer lugar, a FADE por la oportunidad y los medios para llevar a cabo esta actividad. Suena a obvio, pero es muy importante que haya organizaciones dispuestas a facilitar la vida de los que más lo necesitan. Cuando doy las gracias a FADE no me refiero solo a la organización, también a su gente, esa que hace posible que todos los voluntarios podamos hacer nuestro trabajo de la manera más sencilla.
Gracias, a mis niños. Esos niños a los que he visto crecer y me han dejado formar parte de sus vidas y su formación. Esos niños a los que echaré tanto de menos, echaré de menos los dolores de cabeza que me daban en ocasiones, echaré de menos las risas que provocaban en muchas otras y sobre todo echare de menos ese cariño que nos regalan a todos sus monitores, a todos los voluntarios.
Gracias, por encima de todo, a mi equipo. Mis compañeros durante todos estos años, de los que tanto he aprendido, con los que tantas buenas (y alguna mala) experiencias he vivido. De verdad, gracias por convertir un equipo de voluntarios en una pequeña familia con la que siempre poder contar.
Gracias, de verdad, si algo me ha quedado claro en todo este tiempo, es que yo tengo mucho más que agradecer al voluntariado, que el voluntariado a mi.
Gracias, en primer lugar, a FADE por la oportunidad y los medios para llevar a cabo esta actividad. Suena a obvio, pero es muy importante que haya organizaciones dispuestas a facilitar la vida de los que más lo necesitan. Cuando doy las gracias a FADE no me refiero solo a la organización, también a su gente, esa que hace posible que todos los voluntarios podamos hacer nuestro trabajo de la manera más sencilla.
Gracias, a mis niños. Esos niños a los que he visto crecer y me han dejado formar parte de sus vidas y su formación. Esos niños a los que echaré tanto de menos, echaré de menos los dolores de cabeza que me daban en ocasiones, echaré de menos las risas que provocaban en muchas otras y sobre todo echare de menos ese cariño que nos regalan a todos sus monitores, a todos los voluntarios.
Gracias, por encima de todo, a mi equipo. Mis compañeros durante todos estos años, de los que tanto he aprendido, con los que tantas buenas (y alguna mala) experiencias he vivido. De verdad, gracias por convertir un equipo de voluntarios en una pequeña familia con la que siempre poder contar.
Gracias, para terminar, al voluntariado en general. Porque el voluntariado me ha enseñado muchas cosas, desde valorar lo que tenemos a demostrarme lo fácil que es que algunos reciban mucho cuando otros damos muy poco.
Eternamente agradecido.
Esto no es un adios, es un hasta luego.
Esto no es un adios, es un hasta luego.
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